me abrazaste para no soltarme.
Te quedaste dormida
y jamás entendí si la luz del día
se apagó al caer el sol
o hasta ver caer tus parpados.
Cuando el silencio llenó la distancia
la noche cubría tu piel
y vi volar un ave hasta atravesar la atmósfera
para convertirse en nuestra propia luna.
Sigue soñando
mientras que yo grabo en mi memoria
tu respiración y tus latidos
tu respiración y tus latidos
para nunca olvidar la ternura de tu quietud.
La inocencia de tus ojos cerrados
trajo calma a mis pensamientos abiertos
que dedicaron un susurro que no nació
y se resignó a ser un profundo suspiro.
Mientras dormías esperé volver a tocar el suelo
y me descubrí soñando yo también,
debió haber algo sagrado en ese momento
en el que todo pareció perfecto,
en el que todo se volvió eterno.
Te quedaste dormida
y fue un instante precioso,
tal vez soñabas que podías cambiar al mundo
pero mientras dormías yo cambié,
porque al sentir tu paz alcancé la mía
cuando te quedaste dormida.