21 de noviembre de 2011

El olvido

Éramos,
y eso ya es mucho decir,
tonto olvido que no sirve de nada
mientras sea tu aroma todo el aire que respiro.

Respiro por costumbre,
por llevarle la contraria a mis deseos
desde que te fuiste.

Fuiste una temporada espléndida,
un invierno a media luz
que me obligó a escribir
sobre primaveras en noviembre.

Noviembre ha sido tan largo
y aún no termina,
esa habilidad tuya de alargar el tiempo
cuando no estás,
y de encogerlo mientras estés aquí.

Aquí sólo quedan mis huesos,
una mezcla de ayer adelgazando mi ahora,
un grito en silencio, un té sin el quiero.

Quiero dejarte ir, pero no puedo,
estás conmigo más de lo debido
y es debido a ello que no ha servido el olvido.

Olvido más ingrato,
es un hipócrita lleno de recuerdos tuyos,
memorias de un náufrago
con la civilización a la vuelta de la esquina;
olvido retrógrado, olvido que no olvida.

Olvida que yo logre olvidarte,
todo intento ha sido y será en vano,
y no quiero que pienses en volver,
sólo quiero que pienses en mí también.

También me cuesta entender
a tu ausencia tatuada en mi piel que,
aunque nadie más la pueda ver,
yo la percibo como el frío de esta madrugada,
madrugada en la que pienso en ti,
en lo que fuimos y, aunque duela tanto,
en lo que nunca volveremos a ser.

16 de noviembre de 2011

Duele querer volar con los pies atados de gravedad

Acerca de lo monótono de dos días iguales
debo decir que es costumbre
eso de notar los defectos ajenos
antes que hacerme ver lo que anda mal
en los días que yo construyo.

Nadie me dijo nunca
que la vida se comparte
entre el que quiero ser
y el que los demás dicen que soy o seré,
ser simplemente no es suficiente.

Que no me abracen las paredes,
estas paredes que por no ver hacia atrás
jamás noté que eran sólo tres,
y sólo porque hay un suelo
no significa que por ley exista un techo.

Otra noche sin dormir,
otro día sin estar totalmente despierto,
no me alcanzan las horas para resguardarme
del frío afónico que congeló mi voz por un instante.

Debe ser el viento un extranjero,
porque sin ser invitado, es siempre bienvenido;
guardaré silencio, tal vez así escuche
los secretos de los árboles
mientras tañen sus ramas.

Una vida, es todo lo que tengo,
viendo siempre con nostalgia al cielo
repitiéndome a diario:
duele querer volar con los pies atados de gravedad.

Empiezo a creer que el mundo es una burbuja
suspendida en el fondo de un mar infinito
a orillas de la playa Eternidad,
algún día llegaremos a la superficie
para alcanzar por fin
nuestra verdadera libertad.

9 de noviembre de 2011

Lo que me dice tu sonrisa

Tantas veces esperé verte
difuminando la luz a tu paso,
quebrando el viento
con tu peinado perfecto.

Otras veces me quedé observando
mientras acudías al llamado imperceptible
del Sol cuando se oculta cada día
en honor a tu piel fragante.

Se estima poco el orden de las estrellas
cuando tu rostro aparece en la escena,
esta escena donde no hay más cielo
que el infinito de tu mirada.

Hay algo más en esa sonrisa,
hay calma, sabor y suavidad...
Todo desaparece cuando sonríes.

A lo mejor cuando llueve
nacen otras flores,
dejando un panorama de colores
reanudando la creación;
era lo más bello en el horizonte,
ahora llueve y pienso en ti.

El color de la tarde, la paciencia de la naturaleza,
la palidez del invierno, el silencio de la Luna,
el calor del medio día, lo fugaz de cualquier estrella.

Todo eso no son más que monsergas
cuando caminas y te acercas;
sigue latiendo y sonriendo
para que tenga sentido
cualquier estética que venga después de ti.

7 de noviembre de 2011

Tus manos no se fueron nunca

Tus manos no se fueron nunca,
aun cuando el frío de esta soledad
me muestra su lado más azul,
aún siento tus manos cerrando mis párpados.

El silencio es más fuerte desde que te fuiste,
más fuerte que tus besos,
más ensordecedor que tus suspiros.
El silencio se convierte en ruido si no es contigo.

Ya no leo libros viejos desde tu partida,
el pasado en sus páginas ahora es mi presente
que se desgasta por adelantado
borrando los trazos suaves
del retrato tuyo en mi mente.

Hoy olvidé mi nombre,
tu voz hacía que cualquier palabra lo fuera,
y ahora que no te escucho
siento que dejé de existir.

La noche perdió su magia,
que me daba flores a las que transformé
en palabras para regalarte al día siguiente,
nada es más oscuro que tu ausencia.

Supiste hacerme entender
que no hay que dejar un beso en un 'hubiera',
que es mejor que sea un 'fue' para toda la vida,
aunque nunca vuelva a ser.

La continuidad de la vida
se apagó como una vela expuesta al viento,
quisiera que fuera tu respiración
para que no importe lo escaso de tu luz
una vez sienta tus brazos rodeando mis sueños.

Aunque tus manos no se fueron nunca,
la realidad es otra... Eso es lo que yo quisiera.
Dejaré que el tiempo corra como debe
y mientras tanto un vestigio de tu recuerdo
me permitirá volver al pasado,
esos días de risas y sustento
cuando tuve un nombre...
Cuando estuve vivo.